Supongamos que dos amigos se ponen de acuerdo para engañar a un sistema de contratación basado en firma biométrica vocal, por ejemplo de un operador de telecomunicaciones, y así conseguir un teléfono móvil de forma gratuita.
Llama el amigo identificándose como la persona que no es y contrata el teléfono.
Luego el verdadero usuario se desdice indicando que él no ha realizado la contratación.
Se realiza la comprobación de voces y, efectivamente, las voces son diferentes, exonerando al contratante de las obligaciones del contrato.
Sin embargo, el amigo ha dejado en el sistema una evidencia de su propia voz, vinculándose a un delito que podrá pasarle factura en el futuro.
Pongamos que el asunto reviste suficiente gravedad para ser investigado y que la policía tiene sospechosos. Con una simple llamada puede salir de dudas.
Las evidencias de voz van a ir siendo relevantes para muchos tipos de fraude. Tanto como los restos de ADN.